martes, 14 de junio de 2011

Cuento de la semana



La última enseñanza



Todos se habían dado cita para ese momento en que le maestro es despediría para siempre de sus disípulos, quienes, en medio del dolor que los embargaba, sentían la placidez signada por las enseñanzas que habían recibido. Recordaban la profundidad de sus coloquios espirituales en los que se mezclaban los consejos más simples para guiar a los hombres en su vida diaria; "ese era el maestro".

Por ello, cuando presintieron su partida, rodearon su lecho y le pidieron su última lección como el testamento de una vida dedicada a orientar y señalar el camino a los hombres. Todos y cada uno pedían una última palabra que les sirviera de legado para su propia vida y para continuar con sus enseñanzas; pero él permanecía callado, con esa placides en el rostro que da la paz enterior y el amor.

Intuyendo el desenlace final en pocos instantes, el disípulo predilecto le hacercó al maestro su torta preferida y se la ofreció. Los otros disípulos no dejaban de insistir en que les regalara su última lección, ésa que seguramente sería la más importante y que jamás podrían olvidar.

Tras probar un bocado de la torta, el maestro dio a entender a los presentes que hablaría por fin. Atentos, ansiosos, se dispusieron a recibir su palabra sagrada y casi en un susurro el maestro musití:

- ¡Qué rica está esta torta!

y cerrando sus ojos entregó su alma.

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